Momentos,

Mei nunca dejes de soñar

Un sueño hecho realidad. Eso han sido estos días que hemos pasado en Kanglaung, en casa de Mei, la niña que me robó el corazón hace casi 12 años y que ahora ya es madre de familia. Han pasado muchas cosas desde que se cruzó en mi camino.



En 2012 Joan y yo viajamos al Norte de Tailandia para hacer un voluntariado en Monsaengdao, una escuela del norte de Tailandia de niñas de minorías étnicas en riesgo de exclusión. Allí pasamos unos días intensos, dimos clases de inglés  y también de ganchillo, pero sobretodo aprendimos muchas cosas de aquellas niñas, de su generosidad, de su solidaridad, de sus sonrisas.


Cuando volvimos empezamos un proyecto para recaudar fondos (vendiendo collares) y promovimos unas becas estudio, junto con la ONG Udutama que nos había llevado hasta allí. Así conseguimos que algunas niñas se licenciaran en la Universidad, un sueño imposible para ellas y sus familias. A principios de 2020 Mei terminó la carrera de filología inglesa y justo cuando iba a empezar a trabajar el mundo cambió y ella volvió a su pueblo en medio de las montañas; ahora ya es madre de familia y tiene un precioso niño, Marwin.

Teníamos muchas ganas de conocer a Marwin, de convivir con ellos, de conocer cómo es su día a día allí, en definitiva, de saber más y, por fin, este año nuestro sueño se ha hecho realidad. 


Kanglaung  es un pequeño rincón del mundo, en el norte de Tailandia, en la provincia de Chiang Rai, que en los últimos años ha acogido a muchas familias del país vecino. Un lugar frondoso. Al lado del Río Kok, donde los niños juegan y se refrescan después de salir del colegio. En este pueblo reina la tranquilidad. Los kikiriquis por la mañana. Las gallinas y sus polluelos campan a sus anchas por todo el pueblo. Algunas mujeres tejen, otras hacen techos de paja para las casas, otras adornan las ofrendas para pedir la curación de un ser querido. Todo es amabilidad y sonrisas. Aquí es imposible no estar en paz.






Hacía mucho tiempo que soñaba con  volver aquí, desde aquel día de agosto de 2018 que vinimos a conocer a la familia de Mei y nos quedamos con muchas ganas de pasar más días juntos para descubrir más cosas de este bonito rincón. Esta familia es todo amor y generosidad, al conocerla te das cuenta de que Mei no podía ser de otra manera.


Nahae, su madre me ha cautivado. Es madre de familia de 8 hijos, 2 de los cuales murieron de muy pequeños, ahora son 6.


Es toda una artista, sabe coser, tejer, tocar instrumentos, decorar los lugares sagrados y es maravillosa diseñando bonitos bolsos, chaquetas, faldas…tiene un don especial para combinar los colores. Es hipnótico sentarse a su lado y verla tejer, en la pequeña casita de bambú con unas vistas espectaculares de la montaña y del pueblo. Estos días me he pasado mucho tiempo mirándola embelesada. En otro lugar Nahae hubiera sido una gran diseñadora. No puedo hablar su idioma, ella tampoco el mío, pero las miradas, las sonrisas, las caricias son universales y no hacen falta palabras. 










Marwin, el pequeño de la familia, un terremoto y muy inteligente. Una memoria prodigiosa. Le veo un gran futuro por delante. Espero que tenga las oportunidades que se merece. Él y Martí han pasado mucho tiempo juntos, han conectado desde el primer momento. 




Mei, la niña de mis ojos que ya es toda una mujer. Inteligente, bondadosa y con las ideas muy claras (esto siempre ha sido así). Han sido días de paseos por el río, de tomar helados en el colmado del pueblo, de recorrer los campos donde en la temporada de siembra están llenos de arroz o de maíz, de ir a ver cascadas, de visitar templos, de relajarnos juntas en la alfombra que ocupa la estancia principal, de charlas, de confesiones, de risas, de cocinar juntas. Días de soñar en nuevos proyectos que a medida que maduren iremos descubriendo ;). 







Y, además, lo más bonito de todo esto es que lo he vivido junto a Martí, él conoció a Mei cuando tenía 4 años y ha oído hablar de ella desde que nació. Ha sido precioso verlos juntos, ver como Martí cuidaba de Marwin y como Marwin lo miraba embelesado. La experiencia ha sido inolvidable. Martí ha vivido muchas nuevas experiencias aquí que estoy segura que van a quedar grabadas en su memoria y un gran aprendizaje de vida que llevará siempre consigo. Yo también.



No tengo palabras para agradecer a Mei y a su familia, su generosidad, los cuidados y las atenciones en todo momento. Que suerte la mía haberme cruzado con ella en la vida. 


Mei volveremos pronto!!!
Y, como un día le dije a Martí y yo me repito cada día: "Mei, nunca dejes de soñar" porque soy de la teoría que los sueños acaban configurando nuestro futuro.



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